Con mucha satisfacción, la productora Analía Renquio y la ingeniera Vanesa Ortega, técnica del INYM, muestran orgullosas el resultado del trabajo que realizan juntas para mejorar la productividad del yerbal.
La chacra de Analía Renquio está ubicada en la localidad de Concepción de la Sierra. Tiene 6 hectáreas de yerba mate, de las cuales 2 tienen más de 35 años y las demás fueron plantadas hace menos de 5 años.
Dispuesta a conocer nuevas técnicas, Renquio se sumó al grupo de 10 productores que, junto a Ortega, del Servicio de Extensión Yerbatero del INYM, trabajan para recuperar la fertilidad en los suelos, retener el agua de lluvia en las chacras, ir hacia el control biológico de plagas y aumentar la cantidad de hojas en cada cosecha.
Después del muestreo físico químico del suelo en la chacra de Renquio, donde se evaluó la disponibilidad de minerales y el nivel de infiltración de agua, una de las medidas impulsada fue sembrar cubiertas verdes.
“Para invierno elegimos el Nabo forrajero porque tiene raíces profundas y engrosadas que ayudan a la descompactación del suelo, ayuda a evitar la erosión hídrica y a mantener la humedad”, explicó Ortega. “Sus flores, además, atraen a las abejas, centrales en la polinización y la biodiversidad, necesaria para lograr un equilibrio ambiental”, agregó.
-En verano, la cubierta implantada propuesta es el Poroto sable (leguminosa).
De esta manera, el suelo del yerbal de Renquio comienza a recuperarse, evitando la erosión hídrica, asegurando la infiltración de agua, reincorporando materia orgánica y redundando, con el tiempo, en una mejor producción de hojas en el yerbal.
El Nabo forrajero (Raphanus sativus) es una cubierta implantada de suelo de invierno, de la familia de las Crucíferas. Tiene un ciclo anual de hasta 200 días, “y también tiene buena resiembra natural”, destacó Ortega. Se siembra en marzo a julio hasta 10 kilogramos de semilla por hectáreas, y produce hasta 5 toneladas de materia seca por hectárea por año.
El INYM recomienda cubiertas verdes en el suelo durante todo el año, tanto espontáneas como implantadas. Esta práctica se complementa con otras, en distintas chacras de la zona productora, orientadas a restablecer el equilibrio ambiental, como la plantación de árboles nativos, sistematización de suelos y caminos para que el agua de lluvia quede en las chacras, poda y manejo biológico de plagas.